5.473km separan Trinidad y Tobago de Mauritania. El domingo salió en todas las noticias que la Guardia Costera del país caribeño había encontrado un cayuco con varios cuerpos en descomposición. 5.473km de angustia, desesperación y muerte. 5.473km de soledad, viendo la inmensidad del Atlántico y rezando por poder llegar a tierra. 5.473km que no sirvieron para nada. Según informan las autoridades, la construcción de la embarcación recuerda a una hallada en 2021, por lo que “es razonable asumir” que se trata de un cayuco que se dirigía a Canarias.
Los guardacostas informaron que la embarcación parecía contener los cuerpos de al menos cinco personas, cuya causa de muerte se desconoce. Aunque no es de extrañar que murieran de desnutrición, hipotermia y deshidratación. Un buque de la Guardia Costera logró en la madrugada del domingo amarrar un cable de remolque al cayuco, que estaba en muy mal estado. En el proceso de remolcar el barco hacia tierra firme, el cable se separó del mismo y los guardacostas lo perdieron de vista. Los esfuerzos para localizarlo no dieron sus frutos. “Se presume que el barco se hundió debido a su estado de deterioro severo y las condiciones marítimas”, indica la nota de la Guardia Costera.
Los fallecidos seguramente eran migrantes africanos que salieron de Mauritania y que terminaron perdidos en el Océano Atlántico. A eso se exponen, jugarse la vida para llegar a Canarias, muchas veces, es sinónimo de muerte. Las 10.457 víctimas en las rutas de acceso a España durante el 2024 lo saben, ellas no consiguieron llegar. Mientras sigamos convirtiendo el mar en una fosa común y los sueños en privilegios, no vamos a llegar a nada como sociedad.
La ruta migratoria hacia las Islas Canarias es una de las más peligrosas y mortíferas del mundo. Los migrantes que se aventuran en estos viajes se suelen enfrentar a condiciones extremas: embarcaciones frágiles, falta de alimentos y agua, tormentas y la incertidumbre.
Detrás de cada cayuco que zarpa hay una historia de necesidad y desesperación. La pobreza, los conflictos, el cambio climático y la falta de oportunidades en muchos países africanos empujan a miles de personas a arriesgarlo todo. Los países receptores, en su mayoría en Europa, a menudo responden con políticas restrictivas y muros invisibles en forma de acuerdos con terceros países para frenar la migración. Pero estas soluciones son parches temporales que no abordan la raíz del problema.
Y así es como se terminan 5.473km, desaparecidos en el Atlántico, en soledad, sin una llamada de “boza” (una expresión que utilizan los migrantes que significa victoria), sin que sus familiares sepan qué fue de ellos. Los cuerpos encontrados no solo representan vidas y sueños truncados, sino también la pérdida de esperanzas y el sacrificio extremo de quienes buscan una vida mejor. Las víctimas no mueren en el mar, mueren en el olvido, siendo víctimas del hambre, la sed y la indiferencia del resto del mundo.