Negro de…
- Indira Carballo
- 9 feb
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 11 feb

El deporte es, en teoría, un espacio de unidad, de inclusión, de esfuerzo y de respeto. Sin embargo, una y otra vez, vemos cómo ese ideal se ve manchado por insultos racistas que no solo afectan a los jugadores, sino que revelan una herida social mucho más profunda.
El partido de juveniles entre el UD Coromoto y el CD Barrio se vio manchado por los insultos racistas de un espectador sobre el guardameta del equipo herreño. Hoy, aunque vivimos en pleno siglo XXI y somos más “abiertos y tolerantes”, el racismo sigue presente en estadios, canchas, redes sociales y en la vida cotidiana de muchas personas. En el fútbol mundial jugadores negros son constantemente objeto de insultos, cánticos despectivos y hasta agresiones desde las gradas. Pero lo que pasa en la tele, también pasa en casa.
El problema no es la falta de condena pública, las palabras pierden peso cuando las sanciones son tibias y los agresores siguen disfrutando del espectáculo como si nada hubiera pasado
El problema no es la falta de condena pública, las palabras pierden peso cuando las sanciones son tibias y los agresores siguen disfrutando del espectáculo como si nada hubiera pasado. ¿De qué sirve una campaña con eslóganes si un aficionad puede llamar "mono" o “negro de…” a un jugador y volver al estadio la siguiente semana?
El árbitro del encuentro, consciente de la gravedad de la situación, aplicó el protocolo antirracismo y suspendió temporalmente el partido durante 20 minutos para esclarecer los hechos y atender al jugador afectado. Finalmente, tras una conversación con los técnicos de ambos equipos y tras asegurarse que el joven estuviese en condiciones de seguir jugando, el encuentro se reanudó, pero el daño ya estaba hecho.
El racismo no es un problema de las personas racializadas, sino de todos. Exigir sanciones más duras, educar a las nuevas generaciones y erradicar la permisividad son pasos urgentes. Aplaudir el talento de un deportista sin respetar su dignidad es una hipocresía que no se puede seguir tolerando. No vales menos por tener otro color de piel.
En los últimos años, movimientos como Black Lives Matter han logrado poner sobre la mesa un debate que muchos intentaban evitar. La brutalidad policial, la discriminación laboral, el racismo en el deporte y la falta de representación en espacios de poder son solo algunas de las manifestaciones de un sistema que sigue favoreciendo a unos sobre otros por el color de su piel.
Algunos se excusarán en la “libertad de expresión”, pero la libertad de expresión termina cuando empiezan las faltas de respeto
Las redes sociales han amplificado el problema. Detrás de una pantalla, muchos se sienten con derecho a deshumanizar y faltar el respeto escudándose en el anonimato. Empresas como X, Instagram o Facebook han prometido combatir el odio, pero la realidad es que los mensajes racistas siguen inundando las redes sociales. Algunos se excusarán en la “libertad de expresión”, pero la libertad de expresión termina cuando empiezan las faltas de respeto.
Combatir el racismo implica acciones concretas: educación en las escuelas, políticas públicas que garanticen la equidad, sanciones efectivas contra la discriminación y, sobre todo, un cambio en la mentalidad colectiva. No basta con “no ser racista”, hay que ser activamente antirracista, cuestionando estereotipos, denunciando injusticias y revisando nuestros propios prejuicios.
Ante el racismo, tolerancia cero. Estamos contigo.